25 febrero 2012

Carnaval carioca

Poder hacer un largo viaje durante un año sabático es todo un lujo, pero para alargarlo y alcanzar a visitar muchos lugares es necesario dormir a menudo en pocilgas, viajar de pie durante horas y en los autobuses más baratos o comer en los mercados. Después de algo más de cinco meses fuera de casa decidí regalarme un carnaval en Río de Janeiro, una idea que la iba arrastrando desde que visité la ciudad allá por el mes de noviembre.Tras recorrer toda América en bus me daba el lujo de coger un avión que me llevaría desde la capital económica de Bolivia, Santa Cruz de la Sierra, hasta la capital económica de Brasil, São Paulo. El contraste entre ambas ciudades no puede ser mayor. Aunque Santa Cruz sea la ciudad más desarrollada de Bolivia, nada tiene que ver este humilde, bonito pero aún retrasadísimo país con la ciudad más poblada, potente y con mayores desigualdades del cono sur, São Paulo.

Llegué de madrugada al aeropuerto paulistano de Guarulhos, y de allí enlacé a la mayor estación de autobuses de Latino-américa, Tietê, para tomar un bus que me llevaría a Río de Janeiro. Mi primera sorpresa fue que al pisar la estación me dijeron que no quedaba ninguna plaza libre para todo el día (eran las 6 de la mañana) y que sólo quedaba una para un bus que partía al día siguiente a las 9 horas. Y eso que muchas empresas enlazan ambas ciudades cada cinco minutos. Este contratiempo me obligó a pasar más de 26 horas en la estación de buses, que durante todo el día estuvo abarrotada de gente que salía y llegaba a la ciudad. Por suerte Tietê está muy cerca del centro, así que me escapé un par de veces a recorrer esta mole de hormigón que es São Paulo. Comí en Liberdade, un gigante chinatown brasileño, y paseé algo por el gris y transitado centro. Más tarde volví a salir de la estación para cenar en un bar sucio pero barato y muy próximo a la estación.

Al día siguiente pude finalmente llegar a Río, aunque con retraso, y tal y como dejé las maletas en casa de Aline y Emerson (los amigos de Pau que me alquilaron una habitación en Ipanema) salí de parranda. La ciudad estaba tomada por miles de personas que disfrazadas o no cantaban y hacían bromas por la calle. La plaza de General Osorio era un hormiguero, y las caipirinhas y cervezas hacían mella hacía horas en la mayoría de transeúntes.

Los días que estuve en Río no apunté nada en mi agenda diaria, pero hice más o menos lo mismo: levantarme tarde, salir a comer y encadenar bloco tras bloco desde primera hora de la tarde hasta bien entrada la madrugada. A pesar de los intentos para que aprenda a bailar samba, aún me siento un pato. Tengo muy claro que para sambar y sentir la música como los brasileños no es preciso apuntarse a ningún curso, hace falta nacer aquí. Durante esta semana nos juntamos gente muy maja, amigos de Pau y conocidos que hice cuando estuve en noviembre. Una noche pude ir con un pase de prensa al Sambódromo, donde aluciné pepinillos. En esta infraestructura que se asemeja a la recta de Montmeló, las 13 mejores escuelas de samba de la ciudad desfilan durante dos noches para competir por el título que las consagra como la mejor del año. Si tenemos en cuenta que cada escuela de primera la componen más de tres mil personas y unas ocho carrozas gigantes, uno ya se puede hacer una idea de la envergadura del evento. Cada persona va disfrazada hasta el menor detalle, dependiendo de la comparsa que forme dentro de su escuela. Las carrozas son de un tamaño descomunal, y reproducen minuciosamente los objetos o ideas que representan. Hay que tener mucha imaginación y habilidad para poder diseñar tanto los vestidos como las carrozas, y hay que tener sangre brasileña para poder mover el cuerpo durante todo el desfile, ya que cada escuela compite durante más de una hora. Gracias a la acreditación de periodista (suplanté a un compañero de Pau que en la foto se le veía una buena mata de pelo en la cabeza; viva los controles de seguridad del sambódromo) pude moverme como pez en el agua por la zona donde las escuelas ingresaban a la recta diseñada por Niemeyer y observar de cerca las mulatas (y mulatos) que escasos de ropa y con cuerpos de infarto ensayaban movimientos para poder seducir minutos después al jurado. Me dio un poco de lástima que tras las verjas que rodean el estadio centenares de cariocas sin recursos económicos se agolparan para poder ver de lejos como una minoría de compatriotas se lo pasaban en grande. Cada show es muy largo, así que tras ver un par de escuelas y de saciarnos de observar a mulatas y mulatos nos retiramos a casa, alucinados por el espectáculo que acabábamos de presenciar.

Pero el carnaval en Brasil no sólo es el sambódromo, sino sobre todo los blocos de diferentes escuelas que tocan y desfilan gratuitamente por multitud de calles y barrios. Los días siguientes volvimos a pasear por Lapa, Copacabana, Flamengo, Botafogo etc y a mezclarnos caipirinha en mano con los cariocas y otros turistas a ritmo de samba y forró (un tipo de baile tan sexual que en Europa estaría prohibido).

Todo lo bueno es efímero, y el carnaval de Río no fue una excepción. Se acabó la buena vida, y en estos momentos estoy de nuevo en Bolivia, un país lleno de preciosos paisajes pero donde desgraciadamente no hay brasileños. Ahora me toca asimilar todo lo que he visto y vivido en Río y rezar para que me llegue una oferta de trabajo de la Cidade maravillosa. Hasta entonces continuaré mi viajé rumbo a Perú.


Audio:
Salgueiro*

Mi escuela de samba favorita, a la que vi ensayar en noviembre y que en el carnaval quedó en segunda posición. Esta es la canción que han usado este año.

5 comentarios:

Sílvia dijo...

Quina passada!!! sembla ben bé que ho pugui veure, però no parles gens de la inseguretat i l'ambient una mikca agressiu que sempre ens han venut els mitjans de comunicació del Carnaval de Rio. Estaràs mols dies més per aquí o tornes a Bolívia aviat?
Un petó ben fort.
Sílvia i cia

Daniel dijo...

No parlo de la inseguretar però vaig veure molts meninos de rua robant mòbils i carteres a guiris despistats. Jo ho deixava tot a casa. Per sort ni una pistola ni una navalla. Es veu que ha sigut un carnaval mol tranquil.
Ara t'escric des de La Paz, on acabo d'arribar. Avui crec que dia de relazx i demà ja faré el turista.

Petons!

Pablo dijo...

te colaste con el forró, me da a mi que quería decir funk, o lo que es lo mismo, yo quiero tchu, yo quiera tcha, yo quiero tchu, tcha, tcha, tchu cu tchu tcha

Daniel dijo...

Pablito!

toda la razón, me refería al funk. Ya sabes que cuando lo veo bailar pierdo la noción de todo. Y con esa canción especialmente...;)

Abrazos!

Camila dijo...

Qué lindo es poder hacer un viaje por todo nuestro continente. Yo he tenido la posibilidad de recorrer las playas Uruguayas, de conseguir un Alquiler departamento Rio de Janeiro que me ha permitido estar en el carnaval y también estuve en los históricos monumentos de Perú