15 enero 2008

Old Delhi

Lo que más te sorprende de Old Delhi, el casco antiguo de la capital india, es que no hay calle o callejón por la que camines tranquilo. Siempre hay gente con prisas que te golpea, transportistas de mil mercancías diversas, bicis, vacas o perros. A menudo tienes que esquivar socavones, cloacas abiertas o personas que yacen estiradas a plena luz del día. La tipología de la ciudad no difiere mucho de las antiguas metrópolis de otros países en vías de desarrollo. De este modo, la lógica de sus calles y el ambiente que se respira se parecen, por ejemplo, al caos de Fez.
Paseando sin rumbo hemos visto diferentes barrios. El de los joyeros, el de los vendedores de ropa y una calle con muchos bares. Ha sido muy impactante (y a estas alturas ya hay poco que me impacte) ver una decena de mendigos agachados a las puertas de los bares esperando que les den comida. Sucios hasta el negror más puro y con el pelo acartonado, aguardaban cual paloma coja su ración diaria. En otro restaurante, otra decena ya “degustaba” con la mano el arroz mano que les habían servido minutos antes. Esos sí, siempre agachados y hablando entre ellos.
También me ha pasmado que, a escasos metros de donde esta escena tenía lugar, hemos encontrado una boca de metro tras la que se hallaba un recién inaugurado servicio de transporte público. Esa parada y el metro que cogimos en ella (tras el pago de unos 13 céntimos de euro), no tienen nada que envidiar a los metropolitanos de cualquier ciudad europea. El metro consiguió llevarnos en pocos minutos del caos y la miseria a otra ciudad bien distinta: Nueva Delhi.

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