20 enero 2008

Mika en Kuki's

Ayer salí de fiesta por primera vez de fiesta desde que estoy en Delhi. Primero fuimos a cenar a un restaurante de bastante caché unos siete españoles, algún italiano y un par de indios para celebrar el cumpleaños de una chica italiana. Cumplía 29. Tanti auguri Sara.
El local, cuyo nombre no recuerdo, tenía buena presencia, buen servicio, y hasta contaba con la actuación en directo de tres cantantes-músicos que amenizaban la cena con sus canciones locales. Bien, más que amenizar, no dejaban oir lo que te decía el que tenías delante. La cocina estaba situada antes de entrar al restaurante, así que podías ver cómo una legión de cocineros impolutos preparaban las salsas, carnes y verduras en unas grandes planchas metálicas. Todo un gesto de transparencia culinaria que se agradece de vez en cuando.
Después de comer bastante bien, aunque pagando mucho más que de costumbre (620 rupias, es decir, unos 12 euros), unos cuantos decidimos rematar la velada en una discoteca que no distaba mucho del restaurante. Bueno, yo más que decidir me apunté al carro, como llevo haciendo desde que llegué.
Así que unos en sus motos y otros sus en coches (aún no me he acostumbrado a ir de copiloto en el asiento de la izquierda) nos plantamos en pocos minutos en el Kuki's. De camino Manoj me sorprendió una vez más cantando, esta vez, la canción de Ave María, de David Bisbal. ¡¡El muy cabrón se la sabe mejor que yo!!

El nombre de la disco ya lo decía todo, un intento de ser "cucos", hasta ek último detalle. El local era de mucho caché. De hecho, había 'gorilas' en la puerta, lista de invitados y demás parafernalia que no contaba ver en la India.
El portero nos quería hacer pagar 1000 rupias (20 euros) por persona, y es que la pinta que llevábamos no iba mucho en la línea que Kuki's quería vender. Pero después de regatear (aquí se regatea todo), pudimos entrar por 500 cada uno. Los primeros minutos estuve un poco absorto pensando qué podía hacer con esa misma pasta. Comprobar que era lo que me costaba la la señora de la limpieza 15 dias no me satisfacía, y pensar que era la mitad de un mes de internet en casa con la mejor conexión que ofrece el país me llegó a enfurecer. Pero no quise parecer ratilla ni asocial, así que aporté mi billite de 500 como todos. Además, me apetecía mezclarme con la jet india y conocer así todos los escalafones que componen esta compleja sociedad.
Una vez franqueda la puerta, el Kuki's no tenía nada de especial. Era como cualquier discoteca fashion que te puedas encontrar en Madrid o Barcelona, pero con la diferencia de que a sus puertas duerme gente en la calle y pasean chuchos sarnosos mientras que a sus adentros mueven el esqueleto las clases pudientes de la ciudad.
El local estaba lleno de camareros vestidos de uniforme, y las dos plantas superiores que daban cual mirador a la pista de baile eran de acceso restringido. La decoración era, como ya he dicho, moderna y elegante, aunque algunos detalles te hacían recordar que te encotrabas en la India.
Al poco de llegar y tras pedir unas cervezas (la Fosters es inbebible) me fijé que entró al local un grupo de empresarios, unos cuantro, que tenían muchos puntos de ser españoles. Con calvas brillantes y canas de más, destacaban bastante en el local. Ellos, como yo, dejaron el baile para otro día y se dedicaron a observar el ambiente.
Kuki's estaba repleto de chicas guapísimas. Y cuando digo guapísimas no me refiero a que viera un para que estuvieran bien y que las demás fueran normalitas, sino que un altísimo porcentage de las chicas que bailaban a mi alrededor eran aunténticos modelos de piel fina. Vestían ropa occidental (incluso llevaban las zapatillas de poperas que se han puesto tan de moda ahora en España) y no paraban de hacerse fotos con sus cámaras digitales y sus móviles de última generación. Está claro que esta juventud no provenía de los arrabales de Delhi.
En lugar de bailar con el grupito de españoles que estaba dándolo todo en la pista, me dediqué a observar al personal y, ciertamente, me satisfajo más. Me hizo esbozar una sonrisa ver un par de sijs (los del turbante y barba) que bailar a tope la canción Take it easy (de Mika) y las chicas más jovenes, beodas del todo, riendo y corriendo de un lugar a otro. Algunas de ellas, en momentos de éxtasis, se ponían a bailar descalzas.
Pero el cuerpo no aguantaba más y tras dos horas y pico de canciones indias y europeas a partes iguales tenía más ganas de cama que de otra cosa. Me esperé a que todos se fueran, aunque no sé por qué lo hice, ya que al salir del local tome un rickshaw* y me fui a casa. Me pareció que volví a la tierra cuando, al salir del garito, me acerqué a un grupo de estos vehículos que estaban aparcados a pocos metros. Dos los conductores compartían habitáculo para transmitirse calor mientras dormían. Mientras, a escasos metros, jóvenes guapos, elegantes y formados sudaban la gota gorda bailando desenfrendos rítmos europeos.
El traslado a casa, que en esos momentos agradecí tanto y por el que que hubiera pagado una barbaridad, me costó 50 rupias (unos 90 céntimos de euro), mientras que bailar un par de horas en un local al que me daba pereza entrar, me salió por 500. C'est la vie.


*
Los rickshaw son las calesas impulsadas por un ciclista, es decir, con fuerza animal. Los autorickshaw, en cambio, son aquellas impulsadas a motor por una especie de moto. Aunque en los escritos siempre me refeiero a rickshaws, para economizar el lenguaje, hablo en realidad de esta segunda clase.

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