15 enero 2008

Jugando a ser burgés

El cambio que ha sufrido mi vida en los últimos días se ha visto acentuado hoy. Por si independizarme de casa e ir a vivir al extranjero (y que es extranjero sea un país como la India) fuera poco, el nuevo cambio que debo incorporar a mi vida es que cuento con señora de la limpieza.
Lo que mis padres tardaron años en conseguir (¡y eso que la suya viene un par de veces a la semana y la mía viene cada día!) yo lo tengo a la semana de emanciparme, aunque sea un lujo temporal e imposible de mantener a mi vuelta.
Responde al nombre de Radu. Es pequeñita, de piel oliva casi negra y muy risueña. Va descalza por la casa y lleva un par de anillos adornados con brillantes falsos en dos dedos de sus minúsculos y aún más oscuros pies. Me sorprende su amplia sonrisa, inmutable pese a las horas de autobús que tiene que sufrir cada día. Contar con una visita diaria de Radu me saldrá a menos de las antiguas tres mil pesetas al mes. Si soy sincero, me da reparo pagar este precio por un trabajo tan desagradable, pero es el precio local. De hecho, la mayoría de personas aquí cobra mucho menos que Radu. Eso me sirve, como mínimo, para no sentirme mal. Y es que en este país tienes que relativizar las cifras y contextualizar la realidad. Debes tirar a la basura el prisma occidental con el que ves el mundo, la familia, el trabajo o el país y hacerte unas gafas nuevas. De otro modo no ves la India.
Pues bien, Radu tiene los deberes de limpiar el piso en general, los baños (sí, en plural), lavar la ropa (eso lo agradeceré al no contar con lavadora), la cocina y los platos sucios. Esta última labor, sin embargo, me gusta hacerla a mí, aunque en mi fregadero no puedo apoyar la cabeza contra ningún armario mientras enjuago la vajilla.
El único defecto que tiene Radu es que no habla inglés. Bueno, ni lo habla ni lo entiende. Además, no sabe leer ni escribir. Así que hoy, que era su primer día, me las he pasado canutas para hacerle entender con señas de que ya podía irse y que mañana ya le compraría los productos de limpieza que le faltaban. Ella, siempre sonriendo, insistía en limpiar mi habitación. Y yo, en cambio, insistía en seguir durmiendo un poco más.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

haha, boníssim això de rentar els plats amb el front recolzat als armaris! Ja tinc ganes de conèixer aquesta noia!

Oscar V dijo...

vaig aprendre de tu la tècnica de recolzar el cap a l'armari per fregar els plats!!! tinc la teva imatge al pis de roma fent-ho grabada a la memòria...
gran!